domingo, 24 de agosto de 2008

Margaritas III

Has visto el sol de este mediodía,
afina sus baños invisibles,
atrae las margaritas que duermen en la raíz,
las conmina para que suban por el tallo,
y arrimen sus moléculas invisibles en lo alto,
para saltar al ojo atento de una nube, de día,
y en la noche,
poder copar la mirada del búho
que vuela sonámbulo de tiempo,
como cuando te amo,
sin espacio para el pliegue de una corchea,
solo un cinerario olvidado,
sobre las faldas de un volcán extinto,
mudo de voces ígneas,
que saluden tu rostro,
sumergido en pétalos,
y simientes.

Sobre un escaño que abraza la memoria,
río en una mañana del mundo,
y te dibujo.

viernes, 22 de agosto de 2008

Margaritas II

Margaritas II, Enrique de Santiago
He corrido tan aprisa, que he alcanzado a mis perseguidores,
y ya veo sus espaldas
donde noto que llevan peces ocultos,
mientras los ciudadanos no nos ven,
a pesar del frenesí de la estampida,
el de las hormigas en zancos
que además cargan en el abdomen un bandoneón,
para dar cuenta de un tango subterráneo,
en la platea de sombras visibles
que intentan apagar unas margaritas que porfían
y no entienden que es invierno,
y no hay oráculos,
ni coronas,
ni un dolmen acariciando la luna
la que tiene el brillo de tu rostro,
amada desprendida del margen
silente,
en la mudez del rojo
lejos de mi obscena marginalidad
menguando cuando te cito,
para así volverte nueva e invisible,
hasta que respondes
repitiendo el ciclo,
imitando hielos antárticos
aguas adentro
para llegar a ser solo recuerdos ecuatoriales.

Nada pude
ante aromas cargados de quimera,
solo eso
dádivas tras un espejo..

Aunque nada es tan abrasivo como la huída,
ni tan hostil como un ruego sin fe
pues será instalado en la centrípeta noche
para vernos huir en sentido contrario
dejando regadas las muecas insurgentes,
sin destino ni parapetos en el canto de una nebulosa
como toda las alegoría del siglo
como Dios abandonando
año tras año
con la excusa de un propósito
y sin la imaginación
para inventar una respuesta.



.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Margaritas I

Margarita I, Enrique de Santiago
De habitar el espacio inconcluso,

y de andar tomando la mano de un anélido

bebí de ti recostado en el espacio abierto,

dejándome alentar por una mariposa oculta,

entre pájaros celestes en la cúpula,

desmembrando el presente,

sin estar en los adoquines

y señalando la hora ausente para tu beso

la cascada mustia


la que hizo innecesaria el esfuerzo de un oráculo,

entonces sin saberlo

dejé los pétalos intactos,

y amándote gire el rostro,

para abrir la frente al silencio monacal,

donde la metáfora

se había convertido en cinco sentimientos tristes,

antes del sueño,

que habita,

lejano

y que deja su mueca señera

doblarse en la hierba.




lunes, 18 de agosto de 2008

De lo imaginario


De lo imaginario en ti

Nadie sabe diferenciar la hoja de la frondosidad que la rodea, esa inevitable verdad del espesor,
y como manadas las apologías se abren en estampida,
llevando furia por los intentos y las carencias,
nadie mira en el preciso lugar donde desafío al océano para llegar a las costas de tu invisibilidad
esa morada abisal donde abundan los pormenores de una premonición,
la que danza regando descargas de un sonido cadencioso
así como mis manos imaginarias,
que son como crótalos sobre tu cuerpo desnudo, serpenteando sobre tus pechos.
dejando huellas sobre la médula de tu sudor,
como en el dibujo del pliegue de esta quimera,
que rasga la luz,
y yo bebiéndome en ella, sin ventanas alternativas,
solo el aire denso del amar, que caía y subía,
despegando de los alientos como en los días invocados,
bajo la sorpresa que cimbra tu memoria,
donde como un mustélido entro sigiloso y horizontal, dentro del plasma
para quedarme habitando en la noche, en la oscuridad sempiterna de tu ausencia.
de donde nunca partiste,
y donde nunca has llegado.
El anagrama de mi nombre,
en las horas que cuelgan de la cúspide de la densa vacuidad,
entre llamados de cernícalos, y una risa en el cielo,
mudando mi piel,
a ver si esta grieta deja escapar del alma, algo más que un búho amistoso y sabio
algo como un códice indeleble,
que roce tu agonía,
la de la espera, del no saber,
de sentirse desconocidos de labios anónimos,
imbesables,
donde por lo pronto solo se encumbran nubes arriba,
como en Bombay,
pues no sabías que ellas algún día pasarían por casa,
trayéndome la lluvia de lo que fue tu esencia desplegada al aire,cubriendo dulcemente mi letanía doblada en forma de espiral